noviembre 15, 2005

Es sólo un cuento.

En verano nuestros hábitos eran distintos que los del invierno. Cada viernes me pasaba a buscar en la moto después del trabajo y partíamos a Viña. Nos quedábamos en cualquier lugar que encontráramos (residenciales de estudiantes, hoteles, o a veces en la misma playa) y carreteabamos en Valparaíso. Almorzábamos tarde y como a las cinco yo me metía al agua y él me esperaba en la orilla, incapaz de acompañarme en uno de mis grandes placeres. Actuaba casi como un guardaespaldas. En esos meses de verano le conté todos los recuerdos de mi niñez que tengo en esas dos ciudades, y en algunos boliches ya nos saludaban por nuestros nombres. Era tanto lo que carreteabamos, que los lunes yo todavía andaba cansada. Sin embargo, después de un largo día laboral y a veces quemada por el sol, ya me estaba esperando con la tina llena de agua y mi fruta favorita: sandía.

Las tardes de verano en Santiago partíamos a cuanto evento había: festival de jazz, reposiciones de cine, fiestas y conciertos varios. También pasábamos largo tiempo en la biblioteca, porque tiene aire acondicionado y yo le leía, cosa que siempre le gustó.

Con la llegada del otoño todo cambiaba: el día a día se hacía más pesado, entre el trabajo y las clases. Y siempre estuvo atento a los días grises; jamás habría la cortina. Era como un juego secreto: si no lo hacía, era porque se trataba de esos días que me entristecen y ponía música fuerte en la radio (la mayor parte de las veces Madonna, lo que siempre le agradecí) y nos levantábamos con energía. También cambiábamos la moto por el taxi, pero algunos fines de semana nos escapábamos al Cajón del Maipo, aunque estuviera lloviendo, y me sentía niña otra vez.

Jamás pensé en este tipo de felicidad amada. No creía que existía. Fue la primera vez que sentí que un hombre se entregaba como yo siempre lo hacía sin resultados. Aprendió a respetar mis penas, mis silencios, el tiempo para mí misma, y yo aprendí a controlar sus pataletas y hacerlo sentir seguro de mi amor. Cultive mi paciencia y coseché el mejor fruto que no me esperaba: un gran amor.

Yao nos vemos.

8 comentarios:

Castiza Morena dijo...

Todos tenemos una linda historia de amor que contar.
Saludos Furiosa? o menos Furiosa? o sólo Furi?

chica canifru dijo...

¿quién es ese hombre tan maravilloso?¿lo conoci yo alguna vez?
No lo creo,porque es solo un cuento.
ya listo,hablamos(como el monea de oro)

Claudia Corazón Feliz dijo...

Les rejuro que es puro cuento. Jamás me ha pasado.
Lo rejuro.
Mi hermana es mi testigo.

Loreto dijo...

pucha, aunque sea cuento, quien no quiere vivirse el cuento, pregunto yo?
beso

XXX dijo...

Mira esta dirección:http://www.ctv.es/USERS/borobar/la_maga.htm

En la columna de la derecha encontrarás un extracto del inicio de una novela bien conocida.

Si coincides conmigo, verás que hay una similitud entre lo que escribiste y lo que dice ahí. Debe ser el tono. No hablo de plagio.

danieLa® dijo...

Pucha, qué lata que sea sólo un cuento. Igual está muy lindo.
Coincido con la protagonista, llega el otoño o el invierno, y llega la depresión también.
Saludos chiquilla, cuídese!

Clayton, una vez fui pingüino dijo...

parece que es cierto que la furia se ha ido.

Me alegra saber que el sol está entrando por tu ventana.

Claudia Corazón Feliz dijo...

Perplejo, me siento honrada. Leí lo que me dijiste que leyera, y no encontré nada parecido. En serio. Pero si tú crees que yo le plaguié a Cortázar y lo hice sin querer, osea!!! Gracias.