

Corría el año 1998...zzzzzzzzzz, puta la gila latera.
Pa' ponerle emoción a la historia que estoy por relatarles, y como algunos creen que mi blog es una especie de "diario de vida", estos últimos días me he sentido de lo más bien. El depto me lo terminaron de pintar, ayer en la pega mi jefe me dijo que estaban muy contentos con mi desempeño (lamentablemente es un reemplazo, pero pagan bien por hora), me dieron una caja de navidad (la que se la regalaré al conserje del edificio pa' que me haga funcionar el ascensor cuando llegue tarde, pero esa es otra historia) y un loquito de la pega me va a pasar TODA la música de Pearl Jam en mp3.
Ahora sí, mi viaje a Europa. Pololeaba yo con un lolo a quien recuerdo con mucho cariño y de quien estuve muy enamorada. Póngale que se llama René. El papá de este lolo vive en Italia del año 74 o algo así -obviamente después del golpe-, se había vuelto a casar con una italiana y tiene dos hijos, que ahora deben estar hartos grandes. Yo trabajaba con mi padre y como vivía con mi familia tenía plata ahorrada. Asi es que un día decidimos irnos a probar suerte. A René su papá le mandó el pasaje, y mi papá me despidió pa' pagarme más plata, cerramos tarjetas, cuentas corrientes, y el 31 de julio los juimos. Vuelo diresto a Madrid y de ahí transbordo a Roma. (Puta que suena bacán). Nosotros nos fuimos vestidos medio "veraniegos" pero al llegar a Roma nos cagamos de calor. Es una gueá súper extraña que pasa, porque venir del gris invierno santiaguino al verano en otro país donde no se entiende ni raja ni se cacha la moneda local...uf!!! El euro estaba recién entrando, y digan lo que digan los giles que nunca han estado en Italia, no se entiende NADA. Con mi inglés chapurreado (no como ahora que soy terriblemente pulenta) salvamos at the airport.
Yo había viajado en avión varias veces por Chile, pero el único lugar fuera de chilito que yo conocía era Bariloche y el cruce de lagos, que es hermosísimo.
No hay nada más asqueroso que viajar en clase "turista" 13 horas. Además que yo me sentí guasteca con todas mis ganas y lo único que quería era llegar al aeropuerto de Barajas, donde nos timbraron el pasaporte y tomamos otro avión chico pa' Roma; paré que eran dos horas más de vuelo. En el aeropuerto Leonardo Da Vinci nadie nos pescó; salimos como pasajeros comunes y corrientes; no tengo timbre de Italia en mi pasaporte. Sacamos las maletas (que gueá más pajera esperarlas) y salimos mirando pa' todos lados por si nos paraban o algo. Nada. Afuera estaba el padre de René esperándonos, y el asqueroso calor romano.(Me encanta esta última palabra, me da "pedigrí").
Tomamos el tren que nos llevaría a Génova y luego a Serravalle Scrivia. (Este pequeño pueblo tiene página web, búsquenla en google). Siete horas en tren, por el lado del mar y nosotros con cara de giles mirando todo. René se avergonzaba de mi guasteques, pero yo me propuse no perder jamás mi capacidad de asombro. Los trenes son tal como en las pelis antes y después del amanecer y atardecer y la cacha de la espada. Lo mejor de todo (y después era como un vicio) es que el papá de René nos iba contando los giles y hediondos que eran los italianos...con italianos al lado que no entendían ni raja y que nos sonreían.
Llegamos a Génova y nos esperaba el hermano de la señora del papá de René (es a propósito, como la Susanita, ¿a quién le importa quien nos fue a buscar?), y en media hora estábamos en Serravalle Scrivia. La Rita (la señora del papá de René) nos esperaba con harta gente, que nos saludaron de la mano y nos miraban extrañados. (Sorry, pero no tengo cara de "chilena tipo", tampoco mi ex). La Rita habla igual que los chilenos y esa noche hicimos buenas migas altirante.
Asi que finalmente llegamos, con 6 horas más que Chile, todo costaba mil y tantas liras, y tanto que gueviabamos con ¿cuánto es en dólares? nos pasaron una calculadora.
Me demoré 3 días en acostumbrame al calor y al cambio de hora. Pero me sentía tan feliz de estar allá ¡finalmente! y todo el entorno familiar de Rita nos trató con mucho cariño, sobre todo el nono y la nona. Ellos son genoveses y hablan su propio dialecto (cada pueblo chico tiene su propio dialecto, debe ser algo heredado de la época feudal) y el nono había sido cocinero en un barco no me acuerdo de qué, la cosa es que nos cocinaba ñoquis con pesto (increíble como hacía los ñoquis) y me hizo un tatuaje a la manera de los marineros, según él: me carcó la golondrina, y con una aguja y tinta me lo pintó. Él siempre me decía que pasarían los años y yo lo recordaría. Acá en Chile casi todo los giles me dicen que está desteñido y me preguntan que es. Y siempre respondo lo mesmo: una golondrina y no, no esta desteñido, es así.
Me acabo de releer y como que me salió largo el post. Es que me entretuve recordando. Las fotos son en Luxemburgo y París. Además me dio sueño y tengo tantas anécdotas que contar que no sabría por donde empezar.
Yao nos vemos.